Durante la Edad Media aparecieron en las diversas lenguas europeas abundantes colecciones de relatos breves. La mayoría de estos cuentos proceden de la tradición grecolatina o india, transmitida esta última por los árabes. Los de transmisión árabe se difundieron en Europa gracias a traducciones o recopilaciones realizadas en la península Ibérica, como la Disciplina clerical, obra en latín del judío Pedro Alfonso (s. XII), o Calila y Dimna, traducido por orden del rey Alfonso X.
Estos relatos o cuentos también aparecían, a menudo, insertados en otras obras de mayor extensión. La mayoría de los cuentos tenía, especialmente en su origen, una función claramente didáctica y moralizante: transmitían una enseñanza práctica, indicaban cómo actuar en determinada situación, o cuál era el comportamiento correcto en un momento concreto. El cuento medieval no pretende contener, pues, gran valor literario por sí mismo, sino narrar de forma lisa y sencilla una anécdota, a veces muy simple, de la que resulta fácil sacar una enseñanza o conclusión, frecuentemente explícita al final del cuento, en forma de moraleja. Los relatos breves con intención didáctica se denominan ejemplos, apólogos o fábulas, si los protagonizan animales. Estos se acomodaban perfectamente al gusto medieval, por lo que solían ser incluidos en los sermones de los sacerdotes.
Durante el siglo XIV aparece una emergente burguesía en las ciudades medievales, que adquieren cada vez más importancia gracias al progresivo crecimiento de la población urbana. Este nuevo espíritu burgués aparece en dos autores de libros de cuentos: Boccaccio y Chaucer.
En Italia Giovanni Boccaccio (1313-1375) escribe una colección de cuentos titulada El Decamerón, primera obra maestra de la narrativa italiana, que tendrá una influencia decisiva en los próximos siglos. Es una colección de cien cuentos, reflejo de la Italia del siglo XIV. La estructura de la obra es sencilla: a causa de la peste bubónica que arrasó Europa en 1348, siete muchachas y tres jóvenes huyen de Florencia y se refugian durante diez días (de ahí el título del libro: Decameron significa en griego 'diez días') en una finca de los alrededores y, para evitar el aburrimiento, se comprometen a contar una historia diaria.
Los cuentos que incorporan la colección tienen muy diversas procedencias. Los temas son también variados: algunos narran historias que tienen lugar en espacios lejanos y exóticos, otros -la mayoría- son de ambientación realista en la sociedad de la época. El tono también es muy diverso: hay cuentos cómicos, trágicos, líricos o eróticos. Los de mayor valor e interés son los de ambientación realista y enfoque humorístico: en ellos Boccaccio expone con gracia los vicios, debilidades y mezquindades de los hombres y mujeres de su época. A diferencia de anteriores tradiciones cuentísticas, Boccaccio no tiene ninguna intención moralizante.
Boccaccio contribuyó también al establecimiento de otros géneros literarios con obras como Ninfale d'Ameto y Ninfale fiesolano, que sirvieron de punto de partida a la literatura pastoril del Renacimiento; del mismo modo, en Fiammetta está el origen de la posterior novela sentimental. También escribió El Corbacho, una sátira contra las mujeres.
En Inglaterra Geoffrey Chaucer (1340-1400) escribe otra recopilación de relatos en verso titulada Cuentos de Canterbury. En esta obra se aprecia una clara influencia de Boccaccio, ya que, como en El Decamerón, hay un hilo argumental que enlaza los cuentos: un grupo de personajes representativos de la Inglaterra de la época -un caballero, un estudiante, una monja, un campesino rico, un fraile, un mercader, etc.- peregrinan juntos desde Londres al santuario de Santo Tomás de Canterbury, y para amenizar el viaje relatan historias.
La procedencia de los cuentos es, como en El Decamerón, diversa; entre los cuentos hay ejemplos de casi todas las tradiciones cuentísticas medievales. La importancia del Decamerón estriba en gran parte en su muy cuidada y elegante prosa, que estableció un modelo a imitar para los futuros escritores del Renacimiento.
La obra, que quedó inacabada, intercala la narración de los cuentos en sí con descripciones de los peregrinos, así como con las conversaciones y disputas que mantienen estos. Está escrita en un estilo ameno y brillante, lo que contribuyó enormemente al afianzamiento del inglés como lengua literaria.
El género del relato o novela corta del italiano novella, que pasó al español como «novela” tardó en cuajar en la literatura castellana. Son obras claramente deudoras del Decamerón las Novelas ejemplares(1613), de Cervantes, o las Novelas a Marcia Leonarda (1621–1624), de Lope de Vega, así como los argumentos de las comedias de Shakespeare, como por ejemplo el de El mercader de Venecia.
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