La renovación de la novela del siglo XX
El siglo XX es la época de máxima expansión de la novela. Con la lírica reducida a un público selecto y el teatro en crisis constante, la narrativa se ha convertido en el género por excelencia. Esto hace que a lo largo de todo el siglo perviva una novela comercial destinada al gran público que continua con el estilo realista del siglo anterior (narrador omnisciente, orden lineal de los sucesos, división en planteamiento, nudo, desenlace).
En términos generales la novela del siglo XX puede dividirse en dos periodos separados por la Segunda Guerra Mundial. Los años anteriores a la guerra se caracterizan por la innovación desde el punto de vista técnico, es decir, por el planteamiento de una nueva forma de narrar realista y por la influencia del espíritu vanguardista. En el plano temático es habitual la preocupación por los problemas existenciales y religiosos. Después de la guerra la novela aminora la experimentación técnica y se centra en la crítica social. A medida que avanza el tiempo comienzan a aparecer obras que se alejan de la critica social y que presentan simplicidad técnica. Poco a poca se multiplican las tendencias y lo géneros y en el último tercio del siglo XX conviven obras de crítica social, experimentales, históricas, policiales, existenciales o fantásticas.
Nuevas técnicas narrativas.
Las técnicas empleadas por esta novela de antes de la Segunda Guerra Mundial son las siguientes:
Respecto al argumento:
- La novela no se limita al relato de una sucesión de hechos, sino que son una excusa para que el argumento exprese preocupaciones temáticas o muestre innovaciones técnicas.
- Se rompe con el criterio de verosimilitud. Las obras se pueblan de elementos no realistas que buscan la provocación, la alusión al objeto temático de la obra o el reflejo de la identidad cultural de un pueblo.
- Se introducen elementos no narrativos como informes, anuncios publicitarios, composiciones líricas, etc.
- La descripción se utiliza, no solo para situar el espacio y el tiempo, sino para describir objetos simbólicos, al igual que el diálogo que sirve para mostrar la psicología de los personajes a través de sus palabras.
Respecto al narrador:
- Desaparece el narrador omnisciente y cobra importancia el narrador en primera persona, los narradores escépticos, los que parecen desconocer la historia o los que obligan al lector a extraer sus propias conclusiones.
- La disminución de la importancia del narrador provoca la aparición del punto de vista del personaje expresado mediante monólogo interior. También es común el perspectivismo o multiplicación delos puntos de vista,desde lo que se narra la historia. En estos casos el narrador es un guía que da entrada a alas diferentes fuentes de información de el hecho en cuestión.
Respecto a los personajes:
- El héroe característico es un ser problemático, en lucha con su entorno y consigo mismo. Junto él aparece un personaje colectivo, que refleja el bullicio del mundo moderno.
- Los personajes suelen describirse por sus propios actos y palabras.
Respecto a la estructura:
- Las obras adquieren una estructura fragmentaria en la que se acumulan puntos de vista, modalidades textuales y porciones lingüísticas de naturaleza diversas, que el lector debe organizar.
- La organización clásica de la narración en tres partes se rompe, bien por la ausencia de desenlace, bien porque al final de la historia se reproduce el principio (estructura circular).
- La técnica del contrapunto, consistente en el relato de acciones paralelas con una leve conexión entre ellas, es le principio estructural escogido por algunos novelistas.
- Algunas obras incluyen juegos ortográficos y tipográficos de diversos tipos, como la alteración en la disposición tradicional de la página o la eliminación de signos de puntuación.
Respecto al espacio y al tiempo:
- Es muy utilizada la concentración de las historias en un espacio limitado (una ciudad) o un breve espacio de tiempo.
- Se rompe el orden temporal mediante la inclusión de saltos temporales.
La novela anterior a la Segunda Guerra Mundial: Proust, Kafka y Joyce.
La introducción de nuevas técnicas narrativas y la ampliación temática de los relatos, en los que proyectan preocupaciones existenciales y sociales marca la tendencia de la novela de este periodo.
Joyce.
Primeras obras
James Joyce (1882-1941) nació en Dublín en el seno de una acomodada familia numerosa que se empobreció progresivamente. La ciudad de Dublín y la educación religiosa son claves de su obra. Los problemas de vista, la creciente afición al vino y los trastornos mentales de su hija le sumieron en una profunda tristeza.
Antes de publicar su obra cumbre, Ulises, en 1922, Joyce había escrito una colección de cuentos titulada Dublineses (1914) y la novela Retrato del artista adolescente (1916), relato de aprendizaje en el que ya aparecen temas y personajes recurrentes en su obra. El protagonista, Stephen Dedalus, realiza un auténtico descubrimiento de sí mismo a través de las distintas etapas de su evolución vital. La novela se compone de cinco capítulos con análoga estructura: cada uno de ellos inicia una nueva experiencia que concluye con una caída; ahora bien, cada fracaso supone, sin embargo, un paso adelante en el camino del autoconocimiento. Cuando Stephen acaba conociendo su condición de artista, asume la soledad y el aislamiento que conlleva la creación.
Esta obra es una reflexión sobre la función del arte y del artista en el siglo xx.
Ulises, la novela rompecabezas
Ulises constituye una absoluta ruptura con la narrativa tradicional, acaso la más profunda revolución jamás realizada en la novela. Narra un día en la intrascendente vida de tres personajes, Stephen Dedalus (protagonista de la novela anterior), Leopold Bloom y la mujer infiel de este último, Molly. La novela se desarrolla en un período de tiempo muy reducido, durante dieciocho horas de un 16 de junio de 1904. El marco de la acción es Dublín. La trama principal se centra en el ir y venir del señor Bloom mientras resuelve las pequeñas tareas de ese día, pero la acción se intensifica con la incorporación de otros personajes. Conoce al joven Stephen (tratado con mucha ironía en esta novela: ahora es la caricatura de un artista) en un prostíbulo y, desde ese momento, se entrecruzan sus vidas, pues pasa a actuar en la novela como «padre» del joven. La obra funciona como una parodia de la estructura de la Odisea de Homero:
Bloom sería un Ulises contemporáneo que cruza los mares de la vida cotidiana, es encontrado por su hijo Telémaco ( Stephen) , que lo salva de Circe (en el burdel) ,vuelve, después de tan arriesgada aventura, a los brazos de su esposa Molly, que le he sido infiel (en necesario contrapunto con la fiel Penélope de la Odisea).
La experimentación lingüística se convierte en un elemento fundamental de la novela; abarca todos los recursos posibles, pero sobre todo se centra en el monólogo interior. Con esta técnica capta y transmite la acción interior del personaje ( sentimientos, ideas y recuerdos), su voz mental que nunca cesa y que no tiene pudor ante nada. Al exponer los pensamientos de los personajes, está desnudándolos como nunca se había hecho. Muestra que el hombre es humano por ser hablante y que la vida mental sólo se desarrolla apoyándose en las palabras. En la novela se mezclan estilos y registros diversos, desde el más culto al más vulgar; alterna géneros literarios y muestra diferentes puntos de vista, en ocasiones opuestos.
Marcel Proust.
Presentación de Proust
Marcel Proust (187] -1922) nació en París en una familia de la alta burguesía, lo que le permitió una esmerada educación. Era un snob frecuentador de salones aristocráticos, con entreveladas inclinaciones homosexuales. Tras la muerte de su madre en 1906, tiene una crisis que le lleva a aislarse en un cuarto y refugiarse en la literatura.
Su gran obra En busca del tiempo perdido fue publicada entre 1912 y 1927. Está dividida en siete libros: Por el camino de Swann, A la sombra de las muchachas en flor, El mundo de Guermantes, Sodoma y Gomorra, La Prisionera, La fugitiva y El tiempo recobrado. Es uno de los monumentos de la literatura moderna. Es, en cierto modo, una novela circular: narra la infancia, adolescencia, juventud y madurez de un hombre que quiere escribir una novela, pero no se considera capaz, o siente pereza y lo va dejando para más tarde. Al final del último libro comprenderá que ha llegado el momento de ponerse a escribir.
Tras múltiples desilusiones y decepciones, el protagonista-narrador se dedicará a la única actividad que no puede decepcionarle: la literatura y el arte. Considera la creación literaria como la actividad más sublime del espíritu, puesto que ordena el pasado y saca a la luz la esencia y la verdad del mundo. Uno de los grandes méritos de Proust es la creación de numerosos personajes; algunos son secundarios y episódicos pero otros están perfectamente caracterizados. Crea hablas individuales características de cada persona, mediante las cuales consigue plasmar una dicción particular, un léxico, unos tics. Como la acción de la novela tiene lugar a lo largo de
muchos años, se ve cómo cambian de aspecto físico, de forma de hablar y de pensar.
El narrador: héroe, actor y espectador
La novela, salvo raras excepciones, está escrita en primera persona, pero no debe ser identificada con el autor. Proust pretendía que su novela no fuera entendida como una autobiografía. Del narrador-personaje de la novela sabemos que no tiene ocupación alguna, que lleva una vida mundana asistiendo a los más conocidos salones aristocráticos y burgueses de su época, que intenta escribir una novela y que presenta como únicas condiciones físicas un aspecto pálido y una salud débil. A lo largo del extenso relato el narrador muestra cómo cambia su visión del mundo desde la niñez hasta la madurez. Acaba decepcionándose del amor y de la sociedad aristocrática.
La búsqueda de un tiempo subjetivo
El tiempo constituye uno de los elementos principales de la obra. Proust, guiado por la filosofía de Henri Bergson, se dedicó a conquistar el tiempo pasado. En el recuerdo, en la contemplación y en el arte Proust encontró la única manera de poseer la vida. Distingue entre memoria voluntaria, mediante la que reclamamos a nuestra inteligencia elementos o datos del pasado, pero que sólo proporciona imágenes aisladas, y la memoria involuntaria, que brota espontáneamente por una sensación, vivida anteriormente, que actúa de estímulo. El narrador llega a descubrir que todo nuestro pasado permanece vivo, oculto de una forma u otra dentro de nosotros, y puede ser rescatado, involuntariamente, mediante percepciones sensoriales, o por la
intervención del arte. Por ejemplo, el narrador siente una gran felicidad cuando moja una magdalena en el té; analizando las causas de este sentimiento recuerda cuando en su niñez realizaba este acto y vuelve a revivir el pasado.
Además de la crónica de una vocación literaria, la obra es una comedia social en la que la aristocracia decadente termina por rendirse ante la clase media, y donde los vicios y falsedades de uno y otro grupo aparecen revelados implacablemente. El amor, heterosexual y homosexual, es analizado con crueldad en varias ocasiones y también acaba decepcionando al narrador. Su único refugio, al final, es la literatura.
Primeras obras
James Joyce (1882-1941) nació en Dublín en el seno de una acomodada familia numerosa que se empobreció progresivamente. La ciudad de Dublín y la educación religiosa son claves de su obra. Los problemas de vista, la creciente afición al vino y los trastornos mentales de su hija le sumieron en una profunda tristeza.
Antes de publicar su obra cumbre, Ulises, en 1922, Joyce había escrito una colección de cuentos titulada Dublineses (1914) y la novela Retrato del artista adolescente (1916), relato de aprendizaje en el que ya aparecen temas y personajes recurrentes en su obra. El protagonista, Stephen Dedalus, realiza un auténtico descubrimiento de sí mismo a través de las distintas etapas de su evolución vital. La novela se compone de cinco capítulos con análoga estructura: cada uno de ellos inicia una nueva experiencia que concluye con una caída; ahora bien, cada fracaso supone, sin embargo, un paso adelante en el camino del autoconocimiento. Cuando Stephen acaba conociendo su condición de artista, asume la soledad y el aislamiento que conlleva la creación.
Esta obra es una reflexión sobre la función del arte y del artista en el siglo xx.
Ulises, la novela rompecabezas
Ulises constituye una absoluta ruptura con la narrativa tradicional, acaso la más profunda revolución jamás realizada en la novela. Narra un día en la intrascendente vida de tres personajes, Stephen Dedalus (protagonista de la novela anterior), Leopold Bloom y la mujer infiel de este último, Molly. La novela se desarrolla en un período de tiempo muy reducido, durante dieciocho horas de un 16 de junio de 1904. El marco de la acción es Dublín. La trama principal se centra en el ir y venir del señor Bloom mientras resuelve las pequeñas tareas de ese día, pero la acción se intensifica con la incorporación de otros personajes. Conoce al joven Stephen (tratado con mucha ironía en esta novela: ahora es la caricatura de un artista) en un prostíbulo y, desde ese momento, se entrecruzan sus vidas, pues pasa a actuar en la novela como «padre» del joven. La obra funciona como una parodia de la estructura de la Odisea de Homero:
Bloom sería un Ulises contemporáneo que cruza los mares de la vida cotidiana, es encontrado por su hijo Telémaco ( Stephen) , que lo salva de Circe (en el burdel) ,vuelve, después de tan arriesgada aventura, a los brazos de su esposa Molly, que le he sido infiel (en necesario contrapunto con la fiel Penélope de la Odisea).
La experimentación lingüística se convierte en un elemento fundamental de la novela; abarca todos los recursos posibles, pero sobre todo se centra en el monólogo interior. Con esta técnica capta y transmite la acción interior del personaje ( sentimientos, ideas y recuerdos), su voz mental que nunca cesa y que no tiene pudor ante nada. Al exponer los pensamientos de los personajes, está desnudándolos como nunca se había hecho. Muestra que el hombre es humano por ser hablante y que la vida mental sólo se desarrolla apoyándose en las palabras. En la novela se mezclan estilos y registros diversos, desde el más culto al más vulgar; alterna géneros literarios y muestra diferentes puntos de vista, en ocasiones opuestos.
Marcel Proust.
Presentación de Proust
Marcel Proust (187] -1922) nació en París en una familia de la alta burguesía, lo que le permitió una esmerada educación. Era un snob frecuentador de salones aristocráticos, con entreveladas inclinaciones homosexuales. Tras la muerte de su madre en 1906, tiene una crisis que le lleva a aislarse en un cuarto y refugiarse en la literatura.
Su gran obra En busca del tiempo perdido fue publicada entre 1912 y 1927. Está dividida en siete libros: Por el camino de Swann, A la sombra de las muchachas en flor, El mundo de Guermantes, Sodoma y Gomorra, La Prisionera, La fugitiva y El tiempo recobrado. Es uno de los monumentos de la literatura moderna. Es, en cierto modo, una novela circular: narra la infancia, adolescencia, juventud y madurez de un hombre que quiere escribir una novela, pero no se considera capaz, o siente pereza y lo va dejando para más tarde. Al final del último libro comprenderá que ha llegado el momento de ponerse a escribir.
Tras múltiples desilusiones y decepciones, el protagonista-narrador se dedicará a la única actividad que no puede decepcionarle: la literatura y el arte. Considera la creación literaria como la actividad más sublime del espíritu, puesto que ordena el pasado y saca a la luz la esencia y la verdad del mundo. Uno de los grandes méritos de Proust es la creación de numerosos personajes; algunos son secundarios y episódicos pero otros están perfectamente caracterizados. Crea hablas individuales características de cada persona, mediante las cuales consigue plasmar una dicción particular, un léxico, unos tics. Como la acción de la novela tiene lugar a lo largo de
muchos años, se ve cómo cambian de aspecto físico, de forma de hablar y de pensar.
El narrador: héroe, actor y espectador
La novela, salvo raras excepciones, está escrita en primera persona, pero no debe ser identificada con el autor. Proust pretendía que su novela no fuera entendida como una autobiografía. Del narrador-personaje de la novela sabemos que no tiene ocupación alguna, que lleva una vida mundana asistiendo a los más conocidos salones aristocráticos y burgueses de su época, que intenta escribir una novela y que presenta como únicas condiciones físicas un aspecto pálido y una salud débil. A lo largo del extenso relato el narrador muestra cómo cambia su visión del mundo desde la niñez hasta la madurez. Acaba decepcionándose del amor y de la sociedad aristocrática.
La búsqueda de un tiempo subjetivo
El tiempo constituye uno de los elementos principales de la obra. Proust, guiado por la filosofía de Henri Bergson, se dedicó a conquistar el tiempo pasado. En el recuerdo, en la contemplación y en el arte Proust encontró la única manera de poseer la vida. Distingue entre memoria voluntaria, mediante la que reclamamos a nuestra inteligencia elementos o datos del pasado, pero que sólo proporciona imágenes aisladas, y la memoria involuntaria, que brota espontáneamente por una sensación, vivida anteriormente, que actúa de estímulo. El narrador llega a descubrir que todo nuestro pasado permanece vivo, oculto de una forma u otra dentro de nosotros, y puede ser rescatado, involuntariamente, mediante percepciones sensoriales, o por la
intervención del arte. Por ejemplo, el narrador siente una gran felicidad cuando moja una magdalena en el té; analizando las causas de este sentimiento recuerda cuando en su niñez realizaba este acto y vuelve a revivir el pasado.
Además de la crónica de una vocación literaria, la obra es una comedia social en la que la aristocracia decadente termina por rendirse ante la clase media, y donde los vicios y falsedades de uno y otro grupo aparecen revelados implacablemente. El amor, heterosexual y homosexual, es analizado con crueldad en varias ocasiones y también acaba decepcionando al narrador. Su único refugio, al final, es la literatura.
- Kafka: un mundo absurdo y angustioso
Franz Kafka (Praga; 1883-1924) refleja la distancia que existe entre el mundo y el hombre. Su concepción del mundo, basada en la minuciosa descripción del absurdo y el horror, inspiró a los existencialistas, que aparecieron tras la Segunda Guerra Mundial, y al teatro del absurdo, que surgió en los años cincuenta.
La biografía de Kafka es un factor primordial para comprender su obra. Perteneció a una familia judía acomodada que se había asimilado a la burguesía alemana. Kafka creció en una encrucijada de culturas -eslava, alemana y judía-, sin identificarse del todo con ninguna. Criticará a su padre la pérdida de identidad, el no haber crecido en un terreno firme que pisar. Todos estos reproches se encuentran en Carta al padre. Tras doctorarse en derecho, se convierte en empleado de una compañía de seguros, trabajo que no le gustaba porque entorpecía su vocación literaria. Kafka fue un inadaptado que vivió completamente volcado en la escritura.
Antes de morir ordenó que toda su obra fuera destruida, pero su amigo Max Brod no cumplió sus deseos y llegó a publicar incluso sus cartas y diarios. Hay que destacar Cartas a Felice (mujer con la que se comprometió dos veces aunque en ambas ocasiones Kafka anuló el compromiso) y Cartas a Milena (la mujer que tradujo algunos relatos de Kafka),
En sus novelas los personajes son entidades simbólicas, ficciones o parábolas, siempre sorprendentes. Sus obras reflejan las angustias del hombre contemporáneo. El sentimiento que se transmite es el de hallarse en un mundo sin explicación, regido por no se sabe quién; un mundo que somete, condena o degrada a la persona.
En 1913 publica La metamorfosis, novela cuyo protagonista despierta convertido en un insecto, condición monstruosa y absurda que tendrá que aceptar como algo inevitable. Al
año siguiente comienza a escribir la angustiosa novela de El proceso, en la que un tal Joseph K. se ve procesado sin llegar a saber nunca por qué, perdido en un laberinto de leyes y procedimientos enigmáticos. De esta novela hizo una magnífica adaptación cinematográfica Orson Wells en 1962, en la que capta perfectamente el complejo de culpa del personaje kafkiano. No menos angustiosa es El castillo (1921): un agrimensor llamado también K. ha sido contratado para trabajar en un castillo en el que nunca podrá entrar; tampoco sabrá qué trabajo se le pedía, ni quién es el terrible señor que domina a las gentes del lugar. Esta novela también fue llevada al cine en 1968 con Maximilian Shell.
El proceso
En El Proceso, el protagonista se despierta y se ve acusado por dos policías que no le explican cuál es su delito. Él asume que está procesado y hace todo lo posible por defenderse de algo que nunca se sabe y en un ambiente de situaciones absurdas y terroríficas a la vez. Mientras tanto, sigue viviendo un año: se ocupa de su trabajo, tiene aventuras amorosas…Parece que sus jueces le condenan en una sala oscura y cercana al mundo de los sueños. Al final, dos señores bien vestidos y educados van a buscarle y le invitan a que les siga. Con la mayor cortesía le o Kafcondenado dice solamente: como un perro .
José K. es detenido en las vísperas de cumplir treinta años y es asesinado justo antes de cumplir los treinta y uno. En ese mismo intervalo de tiempo Kafka contrajo, para luego romperlo, compromiso matrimonial con Felice Bauer. Los paralelismos existentes entre este noviazgo y el proceso de José K. han sido puestos de manifiesto por distintos autores. De hecho, la ruptura del compromiso fue siempre vivida por Kafka como la comparecencia ante un tribunal. Así lo puso de manifiesto el propio Kafka en sus diarios:
Estaba cogido como un delincuente. Si me hubieran sentado en un rincón con cadenas de verdad y hubieran puesto guardianes ante mí y hubieran dejado que me viera únicamente de esa forma, no habría sido peor. Y así era mi compromiso…
Pero el significado de esta novela inacabada va mucho más allá de una interpretación biográfica: un ser humano se siente atrapado por una serie de circunstancias que no puede controlar, por unos aparatos represivos que le dominan y por su propia conciencia de culpa.
La metamorfosis o La transformación
Friedrich Thieberger, escribe en sus recuerdos sobre Kafka: «Una noche, cuando me encontraba con mi padre justo delante del portal cerrado (debía de ser por tanto después de las diez de la noche, cuando en Praga se cierran todos los portales de las casas de alquiler), llegó Kafka con mis dos hermanas, a las que acompañaba hasta casa. Mi padre había leído unos días antes La transformación, y por más que Kafka se envolviera en una reservada sonrisa cuando se hablaba de sus trabajos, dejó que mi padre le dijera algunas palabras sobre aquella transformación de un ser humano en un escarabajo. Entonces Kafka retrocedió un paso y, con una seriedad espantosa, sacudiendo la cabeza como si se hubiera tratado de un suceso real, dijo: “Hay que ver lo que ocurre en nuestra casa”».
Hay suficientes motivos para interpretar esta obra como autobiográfica, lo que se echa de ver suficientemente en la Carta al padre, que escribió el mismo Kafka. Pero, igual que sucede en El proceso, la significación de esta obra supera en mucho lo biográfico para convertirse en una metáfora de la opresión y de la soledad, de la incomunicación humana, y en una denuncia del autoritarismo. El realismo minucioso que aparece en el relato, como marco de un hecho fantástico (las relaciones laborales y familiares, la situación económica, los detalles domésticos, etc.) refuerzan la interpretación existencial de la obra. Por otra parte, el hecho de que el relato comience al despertar, como el relato de El proceso nos introduce en el mundo onírico, de pesadilla, que es una importante característica de la literatura de este autor.
Conclusión
La novela deja de ser puro entretenimiento para convertirse en testimonio de conocimiento, preocupación intelectual y reflejo de profundos problemas humanos. Pero, más importante que el enriquecimiento temático resultará la renovación técnica, el cambio radical de la estructura: desplazamiento del punto de vista narrativo, enfoque de una acción desde distintas perspectivas, ruptura de la secuencia temporal, contrapunto, monólogo interior, etc. El lustro que abarca desde 1920 hasta 1924, se mostró pródigo en la publicación de obras sumamente significativas. En esos cinco años verán la luz El Castillo y El proceso, de Franz Kafka; El mundo de Guermantes, de Marcel Proust y Ulises, de James Joyce. En toda esta narrativa se impone una poderosa introspección anudada a un mágico mundo subyacente. Una consecuencia de este nuevo viraje es el autoanálisis intelectualista de Marcel Proust o la honda penetración de Joyce en los menores secretos de sus protagonistas.
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