lunes, 23 de abril de 2012

TEMA 10. El teatro del absurdo


EL TEATRO DEL SIGLO XX. EL TEATRO DEL ABSURDO.
La vanguardia teatral europea encontró su momento álgido a partir de los años 50 del pasado siglo. El teatro convencional y realista carecía ya de ideas nuevas y de dramaturgos creativos. La Segunda Guerra Mundial, que había dejado el triste balance de 96 millones de muertos y países enteros arrasados, había supuesto el reconocimiento de que la Humanidad había hecho importantísimos avances técnicos y científicos, pero que no había logrado solucionar los problemas que atañían a su propia naturaleza; no sólo no habían encontrado solución, sino que se habían manifestado con la mayor violencia y crudeza en las guerras.
La propia lógica del sistema había hecho caer a los seres humanos en lo ilógico y lo irracional. En ese momento, la desconfianza en la razón y en la lógica social fue recogida por el llamado teatro del absurdo, caracterizado por tramas que parecen carecer de significado, diálogos repetitivos y falta de secuencia dramática que a menudo crean una atmósfera onírica. El teatro del absurdo tiene fuertes rasgos existencialistas y cuestiona la sociedad y al hombre. A través del humor y la mitificación escondían una actitud muy exigente hacia su arte. La incoherencia, el disparate y lo ilógico son también rasgos muy representativos de estas obras.
El cuestionamiento de los referentes, alineados dentro o fuera del escenario, afecta a tres áreas fundamentales: el personaje (que puede cambiar de sexo, personalidad o estatus), la trama (que a menudo es circular, no va a ninguna parte y rechaza cualquier resolución estética) y los objetos (que pueden proliferar hasta el punto de expulsar a los personajes, como pasa en las obras de Ionesco, o pueden también ser reducidos al mínimo, como sucede con Beckett, para enmarcar la temática del vacío y la nada.
Supone un punto de partida para este movimiento el estreno de una obra titulada Ubú Rey de Alfred Jarry, punto de partida del vanguardismo, ya que rompe con los supuestos realistas del drama. La obra es una burla de los personajes tradicionales y del teatro trágico con sus héroes y complicada intrigas, así como de la lógica racional. Con esta obra realiza una versión del Macbeth shakespiriano en clave de farsa en el que padre Ubú jefe del ejército polaco es un ser tonto, cruel y gordo, que animado por su esposa se hace con el trono polaco instaurando un régimen de crueldad. Así se inicia el camino de la renovación que culminará en las vanguardias del siglo XX, concretamente en el expresionismo, el surrealismo y el teatro de la crueldad.
El expresionismo es un movimiento de vanguardia surgido en Alemania, cuya principal pretensión es reflejar el sentimiento de angustia del individuo. Por ello, las manifestaciones teatrales que surgen buscan la distorsión de la realidad mediante decorados asimétricos o inclinados, la eliminación de barreras entre el público y la escena y la interpretación exagerada de los actores para marcar la locura y el desasosiego. El Surrealismo se caracteriza por la introducción de lo ilógico, absurdo e irracional con el objetivo de buscar en el interior del ser humano y sacar a relucir los deseos reprimidos. El teatro de la crueldad fue creado por A. Artaud para romper con la tradición del teatro europeo y reencontrarse así con una tradición dramática que bebe de los orígenes del teatro como una ceremonia religiosa que invite al espectador a liberarse de la trabas del mundo real.
El teatro del absurdo surge en la década de los cincuenta en París gracias a autores como Ionesco, Beckett o Arrabl que sin ser franceses eligen esta lengua para realizar su producción teatral. Los autores comenzaron a aglutinarse bajo la etiqueta de lo absurdo como una forma de acuerdo frente a la ansiedad, lo salvaje y la duda ante un universo inexplicable y recayeron en la metáfora poética como un medio de proyectar sus más íntimos estados. Es por ello que las imágenes del teatro absurdo tienden a asumir la calidad de la fantasía, el sueño y la pesadilla, sin interesarle tanto la aparición de la realidad objetiva como la percepción emocional de la realidad interior del autor.
E. Ionesco estrena en 1950 La cantante calva y con ello da comienzo al teatro del absurdo. Este autor tiene dos etapas, la primera hasta 1958 en la que realiza sus obras más conocidas: La cantante calva, Las sillas y La lección. El carácter unificador de estas obras es la presencia del humor, logrado por medio de la sorpresa en el comportamiento de los personajes o por el uso de un lenguaje en el que se acumulan frases fuera de contexto. La segunda etapa se desarrolla a partir de 1958 con su obra Rinoceronte, centrada en la deshumanización de los habitantes de una ciudad que poco a poco se van convirtiendo en paquidermos insensibles. Desde este momento su teatro se va llenado de contenidos filosóficos que contrastan con los del primer momento.
Samuel Beckett revoluciona el panorama teatral en 1953 con Esperando a Godot en la que dos vagabundos esperan en medio de un camino a un tal Godot sobre el que nuevos personajes les da esperanzas de que llegue. La obra incorpora los temas generales que caracterizan la obra del autor como la oposición entre una gran desesperanza que empuja al suicidio y la necesidad del seguir viviendo solo por inercia, como se concluye en la obra Esperando a Godot. Vinculados con este tema encontramos otros que comparten el mismo sentido como: el fracaso de los proyectos vitales, la impotencia, la soledad y el vacío de vivir. Todos ellos giran en torno al tema de la existencia humana sin objetivo. Los personajes de Beckett desarrollan a la perfección los temas indicados. Son seres estrafalarios, disminuidos físicos, mendigos, enfermos agonizantes, pero todos tienen en común el hablar constantemente mientras esperan y que sus palabras contradigan sus actos.
El español Fernando Arrabal también conforma este grupo de iniciadores del teatro del absurdo. Su propuesta teatral se caracteriza por el deseo de provocación que está presente en la comedia Pic-nic sobre el tema de la guerra. Posteriormente funda el teatro pánico n¡que aboga por una mayor libertad creativa en contraposición del teatro surrealista.
Muchos ven el Teatro del absurdo como unas obras sin explicaciones lógicas y sin sentido. Se resalta la incongruencia entre el pensamiento y los hechos, por igual la incoherencia entre las ideologías y los actos. Los personajes tienen un gran obstáculo por expresarse y comunicarse entre ellos mismos constantemente. En las obras, definitivamente el decorado y las escenografías juegan un contraste bien importantísimo porque presentan imaginariamente la realidad de los mensajes que se pretenden llevar, al igual con los objetos y los accesorios utilizados. Se presenta todo en un marco de un mundo vacío y con objetos muy pesados que terminan dominando a los personajes. Toca temas muy importantes de cuan susceptible se encontraba la civilización después de una gran batalla como lo fue la guerra mundiall. Se percibe a través de sus personajes la desorganización que existía hasta en la manera de comunicarse unos a otros, donde muchas veces no había un punto de acuerdo entre todas las partes, pero si un abuso de poder, donde los ricos y poderosos atropellaban a los más débiles y a los que menos posibilidades tenían para sobrevivir ante tanto caos y confusión. Pues así mismo es esta obra donde las cosas absurdas parecen ser la orden de la obra. Lo interesante del Teatro del Absurdo es que no da las respuestas que esperamos, o las que creemos que vamos a esperar, sino que nos deja a nosotros la interpretación y el análisis de cada una de sus obras. Este término absurdo proviene del uso de la misma palabra por los pensadores existencialistas como Albert Camus y Jean Paul Sartre para los que la vida no tiene el más mínimo valor y la expresión del absurdo de vivir y la presencia amenazante de la muerte se convierte en motivo principal dentro de un mundo capitalista y pragmático donde el dinero solo produce insatisfacción.
En su comienzo, el público no tuvo facilidad para aceptar algo tan diferente a lo que había sido acostumbrado; personajes, ambientes, diálogos, todo resultaba extraño y extravagante. Los propios autores se resistían a dar explicaciones acerca del sentido de sus obras. Preguntado Samuel Beckett acerca del significado de Esperando a Godot, respondió que , de haberlo sabido él, lo habría puesto en la obra. Lo cierto es que no pretendían estos autores que se “comprendiera” en el sentido tradicional del término, sino que su finalidad era que al público le llegara la idea de que precisamente no había que preocuparse por el sentido en un mundo sin sentido.
Esta tendencia del teatro del absurdo se ve continuada con el teatro experimental que desde los años sesenta hasta la actualidad mantiene el camino renovador de las vanguardias y la revolución que supuso el teatro de lo absurdo para crear un concepto de espectáculo total en el que el espectador pasa a formar parte como un elemento a liberar.

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